domingo, 27 de enero de 2013

El pase


Se encela
en huida hacia adentro
el subterfugio
para hacerte muecas y pases de modelos
lo ahogas
pero el sabe nadar la mortalidad
a mariposa






jueves, 24 de enero de 2013

Al escondite inglés


Uno dos tres
de qué mano inocente
tres dos uno
ha salido tu nombre
I II III
otra vez mirando a la pared
sin mover manos ni pies
tres primos impares, dos pares y un sino
te ha visto calavín calavera
avanzando
una regla de tres con su incognita al punto de partida
juegan a la inversa eterna
al escondite inglés
dos uno 3 uno dos
apuntando el cero a la izquierda de tu alma sin piel

martes, 22 de enero de 2013

Adiós



No quiero
¿Cuántas más veces tengo decirla

cuántas más esperarla?
No quiero nombrarla no quiero agitar su mano
no quiero tensarla en el paladar

no quiero no ves que no quiero
no quiero silbar su ese de cobra
quiero la h muda del hasta pronto 

No quiero lo redondo de la O
ni una D abstracta
ni una i perdida
ni una a
negando el hasta la vista
a las puertas del adiós
de ese dios que nos da su despedida.

sábado, 19 de enero de 2013

Disfemismo en performance


Sácate del bolsillo la balanza,
los platillos, las pesas de latón
¿Ya te has juzgado?
¿Ya te han juzgado?
¿A qué lado ha inclinado el fiel la romana,
al de las putas o al de los puteros
al de los putos o al de las puteras
al de los puteados o al de los puteadores
que caminan primero
a cuatro patas gateando
después a dos y luego a tres con una sola voz
en los lapidados caminos de la putería lapidaria?
¿De la esfinge de Edipo
o de Pérez de García o de Menéndez
en cualesquiera Tebaslandia
se ha resuelto el enigma del putismo?
Qué putada nos ha hecho

 ¿Verdad? La puta vida
vamos que ni nos lo esperábamos
quién fue o será él que empezó puteando
y arrojó la primera piedra.

viernes, 18 de enero de 2013

María


Despertó al cerrarse la puerta, escuchó a su madre dar traspiés como de costumbre y arrojarse sobre la cama deshecha y tan mugrienta como el resto de la casa.
Enciende la linterna debajo de las sábanas para leer otra vez su libro de magia.
Cuando sea mayor quiere ser prestidigitadora para cambiar con trucos sacados de su chistera de cartón todo lo que detesta y fabricar juguetes irrompibles que jamás nadie les olvide en un rincón.
Le llega el olor a borrachera desde la cama.
Mamá es muy guapa con la piel suave. A veces María levándose de la cama va hasta la de mamá, para sentarse en el suelo tomar su mano y acariciarla hasta la hora de ir a la escuela.
Por la tarde cuando regresa del colegio, su madre le deja cuando lo recuerda dinero sobre la mesa.
Antes de hacer los deberes, en el supermercado cercano comprar algo de comida. 
Al volver limpia lo que puede con unas manos que conservan sus hoyuelos de niña, todavía.
Aborrece ir al colegio, sus compañeros suelen ignorarla como si fuera un bicho extraño, por su ropa pasada de moda descolorida y porque no tiene móvil ni los últimos videojuegos.
Una de ellas, Sandra la pelirroja con pecas rojique le llegan hasta las orejas, le preguntó un día en el recreo porqué nunca venían a recogerla al colegio su madre o su padre.
No tengo padre. Le dijo.
Todo los niños tienen un padre.
Yo no mi mamá me ha dicho que nací de un relámpago sobre el bosque.
¿Eres tonta no? 
Los niños los hacen los padres y las madres se acuestan en una cama desnudos y joden.
¿Qué es eso?
Ya te lo he dicho boba, se acuestan en la cama se baban y gruñen, dan grititos uno encima de la otra o al revés, los padre tienen polla y las madres un agujero abajo por donde se mea.
¿No te lo has visto?
Los padres la meten dentro del agujero luego a veces crece la barriga y sale un hijo por el mismo agujero.
María la mira horrorizada y muda.
Sin darle ocasión de replicar Sandra se ríe de ella y se va aburrida.
Cuando vuelve a casa va mirando a todos los hombres, como si les viera por primera vez, tropieza con uno sin darse cuenta y echa a correr como una cervatilla despavorida.
Va derecha a su cama y busca a granizo su peluche, pasa la tarde hasta la noche inmóvil mirando el techo hasta que su madre al regresar la despierta.
¿Mamá dónde está mi padre?
Nenita ya te he contado...
No me mientas más, dímelo.
Déjame María tengo sueño.
Lo que estás es borracha.
Sólo he bebido un poquito en el bar, sólo una copita después del trabajo, anda acuéstate conmigo como cuando eras un bebé.
No soy un bebé me tratas como si fuera idiota.
Vete de una maldit… sin ni siquiera conseguir acabar la frase cae en la inconsciencia
María vuelve a su habitación saca su chistera y su varita exclama: 
¡¡¡Pradeamindaba!!!
Comienza a salir la niebla mostrando una senda a contraluz con árboles parlantes y peces voladores.
Ah piensa que bien me salen ya los trucos de prestidigitación.

De una zancada entró por ella hasta que el despertador desvaneció el truco con su timbre.
Preparó su desayuno, después tomó un baño en la bañera con la chistera puesta 
y soplando la espuma sintió ganas de sumergirse y hacer burbujas de colores bajo el agua.
Por una ventana abierta suena el Wonderful World de Sam Cooke.
Al finalizar la clase unos días más tarde,alguien vino a buscarla, era un policía, le dijo que tenía que acompañarle a un sitio. 
La llevó a un centro de acogida para menores, la recibió la directora, una mujer robusta, circunspecta le explica que su madre ya no podía ocuparse de ella porque tuvo que irse de viaje.
¿Cuándo volverá porqué se ha ido sin decirme nada?
Tuvo que irse y me temo que no regresará María, a partir de ahora hasta que encontremos un hogar con unos padres adoptivos, vivirás aquí.
¿Y mi chistera, mi varita, Granizo y mi libro de magia?
Ha habido un incendio en tu edificio todo ha sido consumido por el fuego.
María palidece y comienza a llamar a gritos a su madre.
La directora llama a la psicóloga, entre las dos consiguen tranquilizarla.
Adaptándose a la nueva situación vive en el centro, continúa en su escuela, pero María mantiene una actitud ausente como un autómata limitándose hacer todo lo que le dicen.
Una noche en el centro una niña la sacude para despertarla con los por ojos risueños, una sonrisa pícara y reluciente.
Hola, me llamo Miriam y ¿tú?
María, no te había visto por aquí, le responde restregándose los ojos por el sueño.
He llegado hoy pero ya he estado aquí otras veces. 
Conozco un sitio secreto genial en el centro para jugar. ¿Quieres venir?
Miriam y María son inseparables hablaban y juegan a todas horas.
María acompáñame por favor al despacho.
¿Con quién hablabas? le interroga la directora.
En ese momento le suena el móvil, le hace un gesto para que la siga.
Sí de acuerdo te llamo después. 
Siéntate y dime con quién hablabas.
Con Miriam.
¿Quién es Miriam? Ah ya comprendo una amiguita invisible.
No es invisible vive aquí.
María, a veces cuando alguien se siente solo inventa un amigo, eso es muy bueno no te preocupes. Mañana te irás a un hogar nuevo con unos padres estupendos que están deseando  cuidarte.
¿Te gusta la idea?
María asintió, la directora la dejó irse.
Miriam no acudió para cenar, las luces del dormitorio se apagaron y fue cuando Miriam apareció patinando sobre el suelo con sus calcetines de mariquitas y la risa sofocada pero cascabeleante, llevando en los brazos algo que María le es imposible distinguir en la oscuridad.
¿Dónde has estado? Inquirió María.
Fui a buscar algo para ti. Le mostró la chistera y la varita.
Por la mañana cuando fueron a despertarla encontraron a María recostada en la almohada con los ojos errabundos y una levísima sonrisa en su cara aún tibia. 

miércoles, 9 de enero de 2013

El ascenso



El sol ilumina la torre de una nueva Babelburgo con un exterior de aluminio negro en 4.5 millones de pies elevándose cuadrando 72.000 yardas cúbicas de opresivo hormigón, 2000 millas de arterias eléctricas y con 16.000 ojos de cristal en bronce transparentes.
 Un coloso de 106 pisos con nueve tubos sustentando su estructura hasta la azotea.
El arquitecto que lo diseño descubrió esta serie de tubos de acero  que proporcionaría al baluarte que decrece en sólo dos tubos a partir del piso 90 hasta su cúspide de esqueleto robusto aumentando su solidez y ligereza.

El interior se encuentra ocupado por oficinas y comercios en su totalidad.

En el segundo piso trabaja de contable una chica de pelo castaño.
Tiene una cara pálida y sus ojos son del color del cobre, muy separados igual que los de los niños. Un cuello largo se une al resto de el cuerpo de mediana estatura que de tan flaco es un soplo.

Nunca coge el ascensor y suele subir por la escaleras con unos pasos tan tímidos y taciturnos que apenas nadie se percata de su presencia.
Suele hacer horas extras hasta la noche para regresar a casa lo justo para dormir unas horas.

El vigilante nocturno del edificio es delgado, muy alto con una osamenta desmañada.
En el rostro, los ojos semihundidos debajo de las cejas, que de tan rubias son casi blancas, 

engarzar una nariz prominente y los pómulos altos. El pelo de un rubio ceniza muy corto. 
Reservado y lacónico provoca la curiosidad de todos los que le conocen, sin embargo un hermetismo disuasorio contiene a distancia cualquier intento de averiguación.

El vigilante nocturno vigila a la mujer contable, jamás le habla únicamente la mira ir y venir.
Una de esas noches, por un impulso o en un acto de valentía, ella coge el ascensor interior para irse a casa, pulsa el botón del vestíbulo. Baja con rapidez, cuando está a punto de abrir las puertas de acero, se detiene y comienza a subir de nuevo vertiginosamente.
Ella sudando intenta pulsando todos los botones, que el ascensor baje o se detenga.
Aterrorizada ve como  dos cables penetran por el techo y las rendijas, en silencio los cables de acero chisporrotean y ella casi sin respiración se desmaya.
Cuando recobra el conocimiento el vigilante está sentado junto a ella con sus piernas desgarbadas.
¿Te sientes bien? dice él.
Ella le escucha aún sin focalizar la mirada, le da su mano y él girando su palma la cobija entre la suya.
El ascensor comienza a subir otra vez, ella da un respingo pero él acercándose le musita algo al oído, ella respira hondo, muy hondo.
Los dos se yerguen del suelo mirándose ella apenas le llega al hombro.
Al fin el ascensor abre la puerta del piso 106 para ofrecer la azotea con un Skydeck en una panorámica que puede alcanzar una vista de 80 kilómetros dependiendo de la visibilidad del día.
Las luces de la ciudad cabrilleando la atmósfera a lo lejos.
Ven dice él y ella sin reticencia acepta.
En el centro de la inmensa azotea él posa sus dedos sobre su frente, sus ojos, recorre su nariz y va dibujando su boca como lo haría un ciego.  
Sutil casi imperceptible llega a su cuello deteniéndose para después bajar hasta el inicio de sus pechos y ella entonces le abraza.
Cuando despertaron vieron el crepúsculo, entonces volvieron a vestirse porque hacía tanto frío y estaban tan helados que ardían.
Por primera vez se besaron.

Los fuegos artificiales encendieron esa noche con palmeras de colores resplandecientes cayendo en la bahía.
Por primera vez se sonrieron.
Sin darse cuenta se fueron aproximando al borde de la azotea, miraron al vacío, ella se estremeció y dio un salto hacia atrás.
Al ver que él no se movía volvió a su lado cogiéndole de la mano y miro otra vez al abismo.
Sintió un miedo espantoso, retrocedió otra vez sin soltarle la mano.
¿Tienes vértigo? Dijo él.
Sí. Respondió ella.
Algo en sus ojos la hizo aproximarse de nuevo, se miraron durante un instante que pareció eterno.
Cuando volvió a mirar el abismo quedó fascinada por la profundidad que se abría, seducida sintió el deseo de caer.
Él la levantó en un impulso, subidos a la cornisa fue entonces cuando saltaron.
El ascensor cerró sus puertas.