Quizá fueron los hados
quienes haciendo una travesura cotidiana
los hizo al cruzarse en el puente,
detenerse en el centro,
y que al unísono
sujetaran la barandilla tan fuerte
hasta que los nudillos de sus manos
se volvieran blancos.
Que rompieran el silencio siendo dos extraños.
Era cualquier lunes, de una tarde cualquiera
Mary o Henry
Y les hicieran pasear juntos por el parque
y las callejuelas de los bares.
A él le gustó el reflejo de la luz en su pelo rubio
A ella le gustó el remolino de pelo oscuro buscando
sombra sobre uno de sus ojos.
La casa de ella donde al final llegaron
estaba cerca de los muelles.
Quédate esta noche
dijo ella.
Quédate esta mañana
hasta que escampe.
Quédate hasta después de que pase la barcaza.
Le fue diciendo ella.
Él se fue quedando junto al calor de sus esperas.