Comprendo,
porque suben al ring de un cuadrilátero
para bailar con elegancia y
darse de mamporros según las reglas del marqués de Queensberry.
No en realidad, no lo comprendo, menos aún comprendo
un público engolfado en los kaos y sus apuestas.
Me he caído de un guindo hace mucho,
de sobra sé, que vivimos en la cultura de la violencia.
Saber algo no quiere decir que lo comprendas y menos aún que lo admitas.
Que califiquen al boxeo, como deporte o arte
me resulta inadmisible, me parece un intento ingenuo en la superficie
perverso en el fondo, de civilizar refinando
la violencia con guantes abultados, dientes de limón
narices aplastadas y cabezas sonadas.
Con una violeta en el ojal
me he vuelto a subir a los guindos.