sábado, 30 de marzo de 2013

El jardín


Han llegado los esquejes, los han dejado a la mañana temprano, sobre la verja del jardín de porcelana.
Voy a plantar capullos de nomeolvides.
Con agua de acuarela de mi regadera los mojo todos.
Tocan la campanilla de la entrada.
¿Quién es? Pregunté.
Soy la razón.
Vete no ves que ando ocupada.
Soy la realidad.
Dándole la espalda recojo moras salvajes, vuelve otro día, le digo.
Soy el miedo.
No te conozco puedes irte por donde has venido.
Soy el escepticismo.
Balanceándome en mi hamaca india, le indico con cortesía que se ha equivocado de jardín.
Soy el odio.
No me molestes no me dejas espiar a las cigarras jugando al escondite con los grillos.
Soy la hipocresía.
Ten cuidado que te arranco con mi espátula tus malas hiervas.
Soy el cinismo del brazo de la envidia.
Os advierto que voy encender la hoguera.
¿Puedo pasar? dijo la indecisa avaricia traigo un catálogo nuevo....
Lo siento aquí no vendemos nada.
Entra a saco dando patadas la violencia, voy despeinada muy sucia por recoger mirtos y anís para hacerme una diadema.
Harta la expulso con mi espada de pincel.
Qué paz por fin.
Tomaré un té de arándanos, fumo un puro de canela y como una boa hago aros de humos para columpiar a los caballitos del diablo.
Tic tac: ¿Puedo entrar?
(Otra vez molestando, será la pena, a duras penas dura apenas la tranquilidad en mi jardín)
Quién eres no te reconozco con tanto humo.
Era el tiempo y lo desconocido, no quería dejarles pasar y aunque les rogué,

abrieron de un roce todas las cerraduras.