jueves, 14 de noviembre de 2013

Autorretrato


De su padre heredó ese dorado mohín sobre las cejas.

De su madre el fulgor de dos azules chispeantes.

A los tres días de nacer dejó entrar sobre sus labios, la sonrisa de su hermana.

El primer olor que vio fue el rojo.

Cinco lobitos le acunaron un sonajero a las seis de una tarde lluviosa.

Le han regalado una caja mágica con siete colores, para dibujar en la pared de la sala añil que mira al sur por la ventana, ocho sapitos con nueve patas de jirafa, un baobab deshojando estrellas verdes.
Y su autorretrato en el babero.


A un niño le llora un Picasso.