domingo, 14 de junio de 2015

Metros


Una ola de calor derrite
u otra ola de frío congela arriba las superficies
la luz digital escribe la próxima parada del
Bulevar Saint-Germain
se aprietan en las horas punta 
espalda contra espaldas
pecho contra pechos
con la consigna de la prisa
huele a una humanidad de sudor y colonia.
Entre Times Square y la calle de Atocha
tú el de la fila de atrás, el segundo por la izquierda
vas a sellar la cartilla del paro y una hora más tarde
tienes un entrevista de trabajo y temes que como requisitos
pidan: alguien más joven o más viejo,
más cualificado o con más experiencia
o con más idiomas.
Han vuelto a cerrarse las puertas en la Calea Lispcani
sólo falta una parada para el Bulevardul Magheru
llevas doblado primorosamente en papel de regalo
un vestido verde bordado de mariposas
para tu hija,
regresas a casa con un suspiro respirando entre las costillas y el corazón
tendrás que volver enseguida a ese otro país
que te llama extranjera.
La luz de los tubos hace guiños volviendo más azul
dos copos de nieve que se derriten pegados a tus hombros
acabas de sentarte con tu blanca máscara
evitando que los gérmenes de la gripe hagan una incursión masiva
deletreas para ti un verso que trace de memoria una imperiosa fantasía vibrante.
El metro acaba de pasar por Tokio
un turista mira los templos zen y el oro refulgente de las pagodas de la India.
Duermes tú escuchando Wittgenstein's Arm
hasta que llegues a la Calzada de los misterios
querrás enamorarte pero no de un sueño reflejo
hecho a tu imagen y semejanza
si no de un amor real que esté contigo cuando los sueños mueran.
Después todos saldremos por la boca del metro
adornada de una caracola de cristal
mientras otros entran
sin recordar habernos subido a este trayecto.