Sobre una mesa
el ardor de una vela crepita danzando con el aire,
hipnotizada por la lumbre pareces,
pero tus ojos viven en otra parte,
parpadeando dentro del deseo o la nostalgia.
A las fueras de la galería
podrá alumbrar recién nacido el fulgor de la primavera
acudiendo a la llamada del invierno
o el otoño devastar, coloreando y despojando,
al esplendor del verano.
En la sala
la luz eléctrica la enciende con el día,
es la noche quien la apaga
la luna brillando por los ventanales se adentra.
A oscuras a encendidas,
no cesa de temblar extática
esa brasa quemando tiempo,
solo su ardor se mueve en la penumbra,
que estira sobre tu largo pelo, azogues
por los dorados cobrizos de su llama.