sábado, 22 de junio de 2013

La bienvenida


El navegador dictó: 
Continúe recto durante 2 kilómetros después gire a la derecha,
 en la primera desviación con la autovía de la ronda del este.
Me adelanta un audi exhibiendo una sonrisa victoriosa de macho cabrío.
Me ha adelantado la vida toda, nací a los trece meses con retraso me susurro a mí misma.
Manténganse en carril derecho en la próxima desviación gire a la izquierda.
Ya giro y ahora ¿Qué por dónde sigo? dime...
Porqué te callas.
Habla.
Esto no es una autovía es una carreterucha de mulas.
Ahora qué pasa...
Este maldito se para, apenas tengo tiempo de llevarlo hasta el arcén.
Usted ha usado toda la reserva de la batería, dice cuando expira.
Pero qué dices no me hagas esta putada. Llamaré por el móvil a la grúa, sin batería también...
Joder me olvidé de cargarlo joder.
Y ahora qué hago....
espero a que pase alguien
¿Qué hora será? Me olvidé ponerme el reloj.
Mierda.
Por aquí no pasa ni Dios.
Llevo una hora caminando por este vericueto del demonio.
Ahora encima me pongo religiosa y a quién coño me encomiendo...
Veo una luz a lo lejos ahora que anochece, con mi suerte será la casa de La matanza en Texas.
Tendría gracia acabar en un arcón de congelados, sería un final perfecto para mí.
Al menos que sea rápido...
Deja de pensar estupideces y toca el timbre.
Eso sí lo hubiera, hay sólo una aldaba.
Disculpe pero es que me quedado sin batería en el coche y en el móvil, sería tan amable de dejarme llamar por teléfono.
Me observa, me estoy poniendo muy nerviosa porque no dice ni una palabra.
¿Qué lleva en la mano... una antorcha!
Lo mejor que haría sería echar a correr pero para qué no tengo a donde ir.
Entra y sígueme, dijo cediéndome el paso.
Y ahora porqué se para en la distancia...
Soy el fuego dijo y comenzó a expulsar llamas por la boca, el olor a gasolina inundó el pasillo.
Tocó la puerta y me dijo: Entra te está esperando.

Cómo que me está esperando casi tartamudeé.
Buenas noches, siéntese por favor ¿Puedo ofrecerle un copa?
Gracias no me apetece, sólo quiero llamar por teléfono pero antes dígame dónde estoy.
Actuaré como sí todo fuera normal le sostengo su mirada...
No tenemos teléfono lo siento, pero le brindo mi hospitalidad puede a pasar la noche aquí si lo desea. Mi nombre es Max y el suyo...

De ningún modo quisiera molestarle a usted y a su familia pero:
¿Podría llevarme alguien hasta el pueblo más cercano?

Me llaman Taube.
Taube, un delicado nombre de origen alemán, en modo alguno es usted ninguna molestia, ni invade esta casa de salud. Esa marca de su muñeca ha sido un intento de suicidio ¿Estoy en lo cierto?

Una casa de salud, querrá decir un manicomio, ese eufemismo resulta diabólico no le parece, en un manicomio intenté adelantarme por una vez, fracasé, continué intentándolo pero fue imposible colgarle una soga a la luna y ahorcarme en ella.
Pero cómo ha adivinado lo de mi intento... quizá piense que trato de ponerme a la defensiva, pero espero de usted que tampoco caiga en la tentación de tumbarme en el diván de los loqueros y hacer crucigramas con mi estabilidad emocional.

Reitero lo que le he dicho, este edificio es una casa de salud, aunque aquí no curamos a nadie ni ofrecemos panaceas ni indagamos secretos. 
Como ve tampoco hay divanes ni archivos para hacer catalogaciones, omitimos las sentencias y sobre todo los diagnósticos.
Mi oficio es augur, adivino lo impredecible en ocasiones, la esperaba usted hoy, intuí que iba a venir mientras conversaba con Ignatius al que ya ha conocido, está convencido que él es el fuego y aquí nadie piensa convencerle de que su creencia es un error, ya que en realidad no lo es.
¿Le gusta usted la poesía? Samuel Beckett decía todos nacemos locos alguno continua así para siempre.
Sí me reafirmo en que esta es una casa de salud, el elogio de la cordura donde el azogue de los espejos devuelve tu imagen convexa y lo increíble de tu monstruo emerge para le que le conozcas y le protejas.
En este lar reservamos el derecho de admisión. antes comprobamos fehacientemente que el nuevo candidato o candidata al ingreso demuestre su sensatez e incluso dude de ella.
Por supuesto además cada morador puede irse cuando quiera, no hay llaves que cierren las puertas, ni clausuras hacia eso que enuncian como la normalidad. Tampoco existen camisas de fuerza ni habitaciones acolchadas para aislar motivos o pretextos de cada irrepetible vivencia.
Aquí es posible incluso suicidarse si lo desea sin que nadie le detenga, mire por la ventana hay una luna oscilando su horca pero la duda que también vive aquí asegura que no lo harás…
Eres bienvenida Taube para siempre a Distopía.