lunes, 10 de marzo de 2014

El filtro



EL jardín dentro de la ciudad, inspira una pequeña esfera vegetal, por sus árboles frondosos y viejos.
En la parte sombría, un rayo de luz filtra, una escena descubierta sólo por los pájaros.
La estatua de una niña, sostiene en sus manos, un cuenco donde otras figurillas danzan.
La helada ha sido el cincel, recubriéndolas de jirones glaciales. 
La vena de luz, desangra a deshielo la carne de cristal apareciendo el original de su molde piedra.
La casa en el centro el jardín, cruje su ancianidad destartalada.
Rehabilitada a coste bajo por el ayuntamiento, ha hecho de ella, una residencia para la tercera edad; conservando su antiguo nombre: La virgen del cobre.

Aquí no hay virgen nada, gruñe Alfredo. 
Y el único cobre es el de las cañerías, por los quejidos que resoplan cada vez que abres un grifo.
Residencia de ancianos… putridero para vejestorios municipal, más exacto.
Una maestría de eufemismo. Si me echara a la cara al concejal, o la consejera del concejal, o al ayudante técnico del asesor de la consejera del concejal, les daría a probar nuestros ranchos mataratas, para que se exterminen todos ellos; incluido el alcalde. 
No me sorprendería que el ilustre edil haya confeccionado el menú, que digo menú, la bazofia inodora, incolora e insabora con que nos envenenan a diario.

Alfredo y Juan sentados en el jardín, después del desayuno leen el periódico del día anterior.
El periódico, siempre es el del día anterior, va con retraso de un día del mundo exterior, se han acostumbrado y ya ni se percatan.
Los residentes apenas suelen salir de los confines de la residencia.
El televisor, hace tiempo que no funciona. 
La radio, sólo emite frecuencias de ligas deportivas.

Juan ojea el periódico, mientras asiente.
Fredo, te leo, en Japón una gran cantidad de ancianos comenten delitos para que les encarcelen, prefieren la cárcel, a la soledad.

Coño Juan, qué te parece si hacemos lo mismo. 
Robamos un par de gallinas y listo, es el único delito por el que te meten en la cárcel.
Cierto que se comerá mejor que aquí y además nos ahorramos la pensión, porque en la cárcel ya estamos.
Recuerdo una película cuyo argumento narraba la anatomía de una familia.
El padre maltrataba a la madre, a los hijos.
Un pequeño infierno diario, habitual y real.
Lo sorprendente vino al final, desvelando que el padre ha contratado a unos actores para que interpretaran los roles de su mujer e hijos. 
Alguien le pregunta porqué lo ha hecho, y él responde: Habrás escuchado el refrán: 
Vale más estar solo que mal acompañado...
Pues no es verdad, vale más estar mal acompañado que solo.

Si estás mal acompañado ya estás solo, le hubiera dicho al personaje de la película...
Recuerdo también que hace años leí una novela que se desarrollaba también en una casa, las generaciones se sucedían durante cien años. Toda la estirpe tenían en común su propia soledad, que les incapacitaba para amar.
En qué te quieres gastar la pensión en la cárcel, Fredo.

En vicios, en qué quieres que la gaste, aquí no te dejan ni calderilla, se queda con todo el alcalde matasanos.
Jugar al parchís, a la oca, como que no me seduce más, con la panoli esa que viene a entretenernos los domingos.
Por lo menos podría hacer un estrips o que jugáramos al póquer strip, aún mejor, todos en pelotas, residencia de ancianos naturista, toda una innovación.

Te olvidas, de los que ya pueden levantarse de la cama, aunque lo mismo resucitan,. Consigues contagiarme tu mordacidad, lo que nos duele a todos además de los huesos, y las vísceras, es el alma.
Preferiría la eutanasia cuando ya no pudiera levantarme de la cama, Fredo.
El miedo cruzó por las manos de Juan que temblaron un poco más, pero continuo hablando.
Esta noche Paco, de nuevo ha cantado en sueños, como colofón ha bramado hijos de puta, después ha roncado hasta que nos han despertado.

Ya le oí, me despertó justo cuando bailaba el tango con un tremendo bombón.
No se lo perdonaré mientras viva, mientras viva…
Ja!, desde que residenciamos aquí, ya nos hemos muerto, sobre todo de aburrimiento.
Paco, continuará acicalándose, no he visto un hombre tan impecable en mi vida.
Ausento toda ironía, se ponga lo que se ponga, hasta esos pijamas infames, con rayas reclusas, mira por donde sale la cárcel de nuevo.
Hasta con ese pingajo, es pura elegancia, como un príncipe entre cucarachas.
Las cucarachas somos todos nosotros.
Sobre la eutanasia, te doy la razón, es más, podemos suicidarnos en masa, comemos un poco más y difuntos.
Qué titulares: “La comuna de vejetes, han aparecido muertos esta sobremesa por suicidio colectivo, con el puré de patata.”

Que se joda el alcalde y pague los funerales.
Aunque capaz es echarnos a todos en una fosa común, regarnos con cal viva, bascular los contenedores y ponernos un cartel de los chinos:
"Aquí yacen los carcamales del cobre"
R.I.P.
"Que la basura les sea ligera"

Buenos días abuelos, dijo Rosa.
Hoy toca tomar la tensión, me imaginaba que les encontraría aquí, al sol.

Rosita, somos girasoles, por fortuna no tengo nietos, ni hijos tampoco, no me arrepiento en absoluto.
Me he ahorrado su adolescencia, su juventud ausente y que a su madurez, me ingresan aquí. Aunque estoy aquí de todas maneras, pero me he ahorrado todo lo otro, para no consumirme todo el día por mis hijos amados, me llamen, o vengan a verme nunca, como la infeliz de Luisa que pasa las horas muertas mirando un móvil que nunca suena y espiando la entrada.

Fredo, a Elisa si viene a verla su nieta.

Bueno Juan, en toda regla hay un excepción, en realidad nos viene a ver a todos, somos sus abuelos de adopción, a mí me trae unos cigarrillos que fumo con delectación a escondidas igual que un adolescente.
Oye Rosita, ni una palabra de esto, eh.
¿Te importa que te dé una palmada en el culo?
Me ha entrado unas ganas irreprimible de tocar algo duro.

Alfredo, las manos quietas, no hable ahora.
Hinchó un poco más la perilla sobre su brazo.
Tras unos minutos en silencio, hizo un gesto de fastidio.
Me es imposible tomarles la tensión, la espiral se niega a mover la aguja, o se ha roto o son ustedes dos fantasmas.

Eso seremos entonces, le permites a este viejo fantasma recitarte un viejo verso.

Donde me reconozca la fe de la muerte
que deshaga pronto la mortaja
y dé a la tierra
abono leve, mi cuerpo.
Y alrededor de la alta hierva
el murmullo le repita al viento,
un anticipo de aroma
de una rosa escondida
entre las malvas.

Rosa le tocó el hombro a Juan regalándole una sonrisa, para irse hacia al contraluz, agitando el pelo, librándolo de su atadura.

Te comportas como degenerado senil, Fredo.

No me fastidies Juan, tú tenías las misma ganas que yo, realizo tus deseos.
Hay mujeres que les gusta que les palmees el culo, nalgas, posaderas o el cursi pompis o cuartos traseros, trasero. ¿Ves? Más eufemismos para decir lo mismo.
Pero eres todo un maestro, me quito el tupé, si lo tuviera ante ti, y con ese verso, has diluido mi supuesta grosería. 
Le guiñó un ojo divertido.


Para nada, no intentes proyectarme tu osada concupiscencia.
Que alguna mujer eso le guste, no significa espere que lo haga un carcamal como tú. 
Cuánto tiempo hacía que no recitaba un verso a una mujer, no me había dado cuenta, de cuánto hacía de eso...


Reprimiré mis ansias de dureza, no creo que Rosita tenga celos. 
Somos pareja de hecho tú y yo, Juan, aunque a mí las mujeres me gustarán hasta al infierno.

Sí nos llevaban al cielo, Fredo, te adoro, pero para lo nuestro es demasiado tarde.
Decía, creo que fue Wilde, la tragedia de la vejez, no es que uno sea viejo si no que uno es joven.

Depende con qué me compare soy joven o viejo, me etiquetan de patético y decrépito, pero he tenido una regresión a la infancia, a los ancianos nos ocurre.
Nos ponen pañales, deciden cuando debemos comer, cuando debemos dormir, a que jugar y que en el recreo pintemos circulitos de colores. Como soy un niño, me porto como tal.
Alfredo se calló y entornó los ojos, como quien fragua una venganza que jamás llevará a cabo.

¿Quién murió?

Aquí nadie todavía, Cándido. Toma el periódico, para que te entretengas con la sección de defunciones.

Cándido, se secó los ojos, le lagrimean constantemente y sin decir más, tomó el periódico y se fue, arrastrando las zapatillas desgastadas por los talones.

Será feliz una media hora, leyendo con fruición, toda la página de esquelas. 
Para comprobar si descubre algún conocido. 
Intuyo que sobrevivir a todos sus conocidos, se han convertido en su leit motiv.
Me comporto como un insolente Juan, la insolencia es creativa e iconoclasta.
Al menos tú y yo, evitamos el relato repetitivo de nuestras memorias, igual que hacen casi todos. 
Por todos los diablos, la otra tarde cuando Gerardo empezó a contar su mili en Zaragoza, recité al unísono con él, palabra por palabra. Continuó como si no me oyera.

Ja ja, Fredo, ejercemos entonces de objetores de memoria, demostrando una arrogancia fuera de lugar a nuestra edad, en la que rememorar confirma otro leit motiv.

La tercera ventana de la segunda planta se abrió por un soplo de corriente, el visillo bailando fuera de sus jambas se asomó a la ventana. 
Juan levantó la vista hacia la habitación de Mariela.

Otro día de encierro deseado para Mariela, continuará escribiendo.
Lo lógico sería intuir que escribe sus memorias…
Cuando te mira, ve a través de ti, es decir, no te ve en realidad.
Sabes, lo que creo que escribe Mariela, todo lo que no ha vivido en su vida.


Juan, conozco a Mariela, desde que era una muchacha.
Vine a esta residencia porque ella estaba aquí.
Sin embargo no recuerda, ni mi cara, ni nombre, no recuerda nada de mí.
Me mira como se mira un largo camino hacia la nada.
Escucha, nos llaman para comer, Fredo.
¿Nos rebelamos de esta narradora omnisciente, de sus nociones del tiempo y nos vamos...?


Te sigo, vámonos de estas letras, sin mirar atrás para que ningún punto final nos convierta en sus estatuas de sal