Bonsai
Estaba disfrutando apretando con el alambre la rama.
De pronto la rama creció y creció, inmovilizó las manos arrebatándole el alambre.
Apretó los dedos hasta que se hundieron en la carne y sangraron, subió por los brazos
las piernas y la cabeza dándole forma de rigor mortis.
Noche de autos
Aquella noche estaba radiante, feliz, acaban de ascenderme. Laura había dicho que sí por fin a la cita. Un golpe en el maletero, bajé la ventanilla, le pedí calma, pero él vociferaba y yo insistía que había llegado antes. Fue esa palabra que dijo, entonces cogí la llave inglesa, le golpeé una y otra vez hasta que su cerebro se desparramó bajo la farola, señor comisario.
Estricnina
No soporto más caricias de sus dedos grasientos, ni frasecitas tipo:
¿Quién es el bebé de su tiíta? o ¿Por qué no te pones mi regalo?
Yo le preparé a la tía el té, mamá.
Tres cucharadas de azúcar, dos de veneno y una sonrisa de angelote llevando la bandeja.
Sorbe, traga, hipea, eructa. ¡Delicioso, el mejor que he tomado nunca!
Espero expectante y nada, seguramente le hará efecto mañana.
Pongo la tele para distraerme de la apestosa charla de la tía, aunque vigilo cualquier cambio. El programa trata sobre quien podría sobrevivir mejor a los insecticidas, el veneno e incluso a una debacle nuclear. La tarde siguiente vuelve otra vez a tomar el té, la reina sobreviviente de las ratas.