miércoles, 28 de marzo de 2018

Maris


En el oscuro cielo vibró el rojo de los motores de la nave que despega con rumbo a la Estación Espacial Internacional a 400 kilómetros de altura de la tierra. 
Quien la tripula es la aeronauta Kelly Scott, cuya misión será el estudio y repercusión de la ingravidez y la soledad sobre el cuerpo y la mente humana. 
Kelly fue elegida junto con otros tres astronautas, para viajar por primera vez hasta Marte. Si rebasa esta última prueba de entrenamiento será la única candidata, ya que sus compañeros no las superaron. 
Mientras la nave se eleva y eleva, Kelly recuerda que no puede recordar cuando comenzó su fascinación por el vuelo.
Fue una niña que espiaba envidiando las aves y leía cuentos sobre un niño que quería volar hasta el sol con unas alas de cera.  
Con su amigo Paul inventó mil maneras de intentarlo, desde el granero, un árbol o un montón de heno. Los dos podrían exhibir unas cuantas cicatrices de aquellas aventuras de aire. 
Cuando cumplieron quince años lo que había sido hasta entonces una deliciosa e inquebrantable  complicidad se convirtió en una relación compleja llamada deseo y amor. Según fue pasando la adolescencia, su convivencia de juventud se transformó en una rutina que los agobiaba en ocasiones, por ello los dos echaron de menos aquellos saltos sin red de la infancia.
La solución vino sola, dos profesiones distintas que les separaban durante periodos cortos o largos de tiempo. Como ocurría ahora mismo, Kelly tendría que estar completamente sola en la Estación Espacial durante todo un año. 
¿Podré soportarlo? se pregunta en voz alta y a partir de ese momento cualquier pensamiento que tiene toma viva voz.
Le gusta la soledad pero también necesita de vez en cuando compañía, aunque había conocido y sufrido la peor de las soledades, la de sentirse incomprendida. 
El primer mes todo en la estación transcurre sin novedad. Al tomar contacto con la tierra Kelly relata como se siente tanto física como emocionalmente, enviándoles análisis. 
Uno de sus temores es que mientras se encuentre aislada en la estación, le ocurra alguna desgracia a su familia, sin que ella esté allí para ayudarles. 
Un reparto de tareas disciplinado hace que el tiempo transcurra rápido. Esta semana come una verdura cultivada en el espacio. 
Para el ocio improvisa, lee cómics, novelas, escucha música, estudia japonés o hace punto. Pese a la ingravidez intenta bailar o practicar yoga. 
Alguna vez entra en una especie de letargo por el que dormita levitando durante todo el día. 
Desde la Nasa observan que la microgravedad disminuye los reflejos, debilita el sistema muscular  pero acelera un proceso de rejuvenecimiento. 
El segundo mes está transcurriendo como el primero, aunque las novedades son dos. 
Una; las impresionantes fotos de la tierra que Kelly les envía y la segunda; las nuevas sobre su salud a causa de esos mareos matutinos y vómitos. El diagnóstico de la NASA será demoledor, está embarazada. 
Imposible grita Kelly. Me hicieron todo tipo de exámenes físicos antes del embarque. 
No pienso renunciar por un fallo de los anticonceptivos. Tendré el bebé aquí, cuando complete el año volveremos los dos. En la Estación hay comida, medicamentos e instrumental médico, el cual si es preciso sé como utilizar, para aguantar un tiempo indefinido.
Paul y la Nasa tratan de disuadirla pero Kelly mantiene irreductible su decisión. Deciden no insistir e intentar persuadirla más adelante, esperando que el paso de unos días la haga recapacitar y que desee volver enseguida.
En el tercer mes consigue cultivar una flor roja, sin espinas, de un olor sutil y misterioso, a la que bautiza Icaria. Cuando intenta hablar con la Nasa para contarlo, la comunicación resulta fallida. No se preocupa y piensa en nombres para su hija, está segura de que será una niña. Se decide por Estela porque significa estrella de la mañana.
Al intentar otra vez contactar, vuelve a resultar imposible. Repasa cualquier error técnico que pudiera haberse producido sin encontrarlo. No tiene otra opción que esperar a que la comunicación se restablezca y recuerda que el mundo está habitado por siete mil millones de personas, recuerda también que hace días que no ha tomado fotos de la tierra.
Al hacerlas se queda petrificada con un gesto de terror congelado en la boca. 

El planeta tierra es más azul que nunca, los continentes han desparecido de su faz anegados por las aguas.