Vino nuevo
Quedaron en reunirse como de costumbre el viernes en el café Voltaire.
Algunos llegaron puntuales, en el reservado el poeta costumbrista pidió comida.
Como otros se retrasan, el poeta maldito pidió vino, llegaron todos y brindaron prometiendo amistad eterna. La comida se retrasa el poeta surrealista propone
jugar al cadáver exquisito. Al primero que matan y devoran es al poeta con éxito.
Caridad
Solo le queda esa palabra por empeñar en el monte de piedad.
Mea culpa
Desde que nació, Sor Respeto la abadesa, impuso intramuros un pacto de silencio sobre el origen del niño. Para el resto del mundo sería un huérfano abandonado en las puertas del convento. Para evitar el apego sor Casquivana después de amamantarlo, renunció a ser su madre. Aunque sor Decencia o sor Honra o sor Hipócrita con una reprimida repulsión cumplían con el pacto, le aborrecían aún más cuando el padre Lascivia le sonreía haciéndole carantoñas.
Meses después, un miércoles de adviento, apareció un cachorro que se convirtió en la sombra del niño cuando aprendía andar vacilante por el atrio.
Cosía sor Primor camisolas blancas, cortos pantalones para ese ángel conquistador balbuceando sus primeras palabras.
El tendero del pueblo lo vio casualmente en el convento, extrañado del parecido con el cura lo comenta en la aldea.
Los pueblerinos trataron de sonsacar a sor Acelga, que nerviosa dio explicaciones vagas. Las murmuraciones corrían crecíendo a extramuros.
¿Qué vamos hacer madre? preguntó sor Cautela.
Mantener la misma historia incluso ante el Arzobispo. Respondió Sor Respeto, advirtiendo a las monjas que temerosas se habían congregado en el refectorio.
Si se descubre sería el fin de nuestra orden. Sentenció sor Codicia.
Dias después reían niño y cachorro persiguiendo los haces de colores que entraban por el emplomado de las vidrieras.
Algunas sospecharon de sor Cilicio, otras de sor Hipócrita, otras de la superiora e incluso del padre Lascivia cuando el niño apareció desnucado.
Sobre las baldosas de la sacristía al pequeño difunto no pudieron cerrarle los ojos.
Un grito, aullidos, llantos aunque con un secreto alivio le amortajaron.
La comitiva de monjas enlutadas formaban el cortejo fúnebre hasta el segundo atrio donde levantaron la enorme losa entre todas.
Debajo de ella, le dejaron rodeado por minúsculos cadáveres, esqueletos algunos, polvo otros, leves como la brisa y el olvido.
Mateo 5:18
Los ojos de pronto se le extraviaron igual a los de un camaleón, cada uno con visión propia.
El derecho veía mundos oníricos y cósmicos, el izquierdo universos dantescos y caóticos, constantemente. Acudió al médico que atónito le diagnosticó sin cura, recetándole gafas oscuras para evitar abrir los ojos. Pero le resultaba imposible, instintivamente los abría.
Una tarde agotado y desesperado se sentó en un parque donde un predicador callejero en voz alta leía en la biblia, el salmo: Si tus ojos te escandalizan arráncatelos.
Se los sacó de cuajo, al salir del hospital vivía en paz en un mundo de tinieblas hasta que comenzaron de nuevo las videncias.
Decúbito supino
Sentí como un mareo, parece disiparse, me caigo, intento pedir socorro sin resultado.
Alguien me golpea el pecho, un, dos tres, respiro. Me duele el brazo izquierdo tumbado en la ambulancia, escucho decir: Está en coma, después de una máquina un pitido regular.
Me encuentro tan bien que intento levantarme de la camilla, me lo impiden las correas, el corazón toc toc toc galopa, ya vendrán, me tranquilizo mirando la luz del techo.
Creo que me he dormido, tengo frío, estoy desnudo y no puedo moverme,hasta que escucho: Está preparado para la autopsia, mientras un bisturí me abre de la garganta al pubis.
Pira
Cuando abrió los ojos no quedaba nada, por fin las vertiginosas columnas de humo han desaparecido y aparecen cadáveres de centenarios robles, jóvenes chopos y animales que asoman entre la tierra renegrida o flotan en el río colmado de ceniza. Todavía lleva el uniforme de bombero, mirando esa desolación del bosque que encoge las paredes de su estómago y que exhala de su boca casi inaudible, un suspiro de éxtasis, cierra los ojos, entonces recuerda cuando horas antes tiró la rama encendida.
Diario
21 de diciembre nieva.
La nevada del 22 se ha hecho tan espesa que con bufanda, sombrero y zanahoria hace un muñeco de nieve una niña llamada Mary.
Esa noche la tormenta trae un rayo que cae sobre el pecho del muñeco.
Diciembre 23
ya es de día cuando Mary se da cuenta que el muñeco se ha movido acercándose a su casa. Sus dedos de niña tocan el fogonazo negro con que el rayo le ha marcado.
La luna sale el 24 desde la ventana Mary lo vigila protectora hasta que un sueño la rinde.
25 Navidad.
La criatura de nieve aparece destrozada a patadas, entre el sombrero y la zanahoria, Mary encuentra minúsculas gotas de sangre.