Apareces como entonces
con tu calva de viejo bruñida de luz
casi jóvenes las piernas y la sonrisa ágil
éramos al seguirte por el monte
la tropa ansiosa y saltarina
que además recolectaba aquel verano
semillas de eucalipto para dar olor al invierno.
He olvidado las fábulas que contabas
fauno de hojas lanceoladas
andando y desandando los atajos
hasta avistar el distante mar desde el altozano.
No he olvidado que tras de ti éramos todos
tú también, felices y niños.