Cuando la novia descubre al monstruo, él supo que ella ni le teme ni le ama.
Aunque hay en el brillo de sus ojos una naciente y repentina compasión.
Entonces percibe los costurones de su propio cuerpo semejantes a los de él.
Un grito multiplica a otro al reconocerse la novia como monstruo.
El laboratorio se oscurece sin certezas de luz o de estrellas, antes del chispazo
con deseo de castigar, tras el robo del fuego vital, a un reciente Prometeo.
Será el misterio quién sirve la opulencia fascinada de las llamas consumiendo al creador y sus criaturas.
Sobrevive letra a letra su leyenda.