Por la ráfaga que lo arranca
quedó expuesta la tibieza de tu cuello
la media vibración de tu voz
escuchada por el desmayo de su boca.
Alargaste la mano, la mirada
pero huye
fabricando sombras malabares por el paralaje del sol.
Serpentina volátil, tu pañuelo
navegando en vela de cachemir
escalando crestas de ola
cola de un cometa errante.
Acallada la tolvanera
posa tu pañuelo
y tu suspiro, tu grito,
tu lamento y tu jadeo
en los bancos de arena
donde entierran los pájaros
sus alas y su norte.