domingo, 22 de febrero de 2015

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A mi invernadero abrí la ventana
al dar el timbrazo el despertador.
En los cristales mi vaho disipa la helada
de este invierno con siete mantas boreales.
Sobre alféizar el granizo golpea, golpean atrasos en el sueño
golpeas viento enroscando aún más el golpe cerrando la ventana

cerrando los ruidos de afuera en la mañana.

Vertí la marea de leche al remanso humeante de café
aún no había aterrizado mi peso en las realidades del cerca y el lejos del día.
Frida duerme todavía su candor blando de ángel.
Cesó el aguacero al otro lado de un cielo de cinc.
Cuando despedazo su manto a una mandarina
oscila el silencio sobre las particiones de sol.
Resuena un nuevo tañido de gota metálica
soy quien lo olvida por todas partes
y quien lo encuentra cobijado y escondido en mi abrigo azul.
Te escribí con la boca llena de explosiones,
los dedos tan gruesos
sobre las teclas tan minúsculas
tamborileando
un pequeño alud
de primavera.