sábado, 6 de diciembre de 2014

A escondidas


Vestida con el uniforme del colegio
te enseñaron
que dos y dos son cuatro
un número irracional, pi
que nada desaparece sólo se transforma.
Te pones colorete y carmín a escondidas
fumando en los rincones del recreo
al irte a la casa, cuando sola vas
lames la piruleta de fresa con la misma goce de niña.

Tu madre no te entiende
tu padre tampoco
tú tampoco te entiendes
aún menos el mundo azul.
Sólo le dices un hola
desde la puerta a la tristeza.

Esa mañana de octubre que amaneces
los pechos te han crecido un poco más
apuntan sobre tu blusa blanquísima y almidonada.
Sientes ganas de que desaparezcan.

Le has visto algunas veces
con el pelo del color de la ceniza.
Por mirarle un fuego
te corre furibundo por la cara
h u y e s
Ahora que de nuevo aparece
dándole la vuelta a la esquina
con una cicatriz mortificándole la ceja
y dos diminutas luciérnagas colgando de los ojos.
Se acerca, para robarte los labios a oleadas.
Se los das con la misma desesperación que la suya.
Dos alientos entregándose al otoño.
Otro le arrancará el recuerdo
por aquellos adolescentes
a los que nadie más podrá ver
ni despertar
con la ardorosa tibieza de un beso
en el umbrío sueño de los bosques.